¿Por qué insistimos con las Barras Bravas?


Los hechos ocurridos durante el último Clásico Regio mostraron nuevamente las carencias que tienen las autoridades tanto judiciales como de la Liga MX para controlar gente que atenta contra el bello espectáculo del fútbol; no es la primera y desgraciadamente no será la última vez que se muestren este tipo de eventos; mientras la policía municipal independientemente del municipio se muestra totalmente inepta ante las caravanas previas a los partidos y mientras todos los involucrados al fútbol mexicano antepongan el negocio a la seria integridad de sus aficionados.

Enfocándonos más en el aspecto futbolístico más que en el judicial vemos que la Liga MX ya emitió un comunicado en el cual destaca los siguientes puntos:

Todo esto suena bastante atractivo, la solución a problemas futuros, pero los (verdaderos) aficionados en México ya no se creen este discurso, todos los años sucede algún evento de violencia y no solamente en Monterrey, desde la llegada de las Barras Bravas a México a finales de los 90 cada año se presenta algún hecho violento y esto es en prácticamente todas las plazas de Primera División y no tiene que ser exclusivamente un clásico para que esto explote, es una cultura tóxica que se ha expandido a los equipos que promueven una supuesta superioridad de "apoyo" hacia su club ¿A cambio de qué?

Estamos de acuerdo en que los cánticos, los instrumentos musicales, los papeles y las banderas le dan cierto folclor a los partidos, el problema es cuando la pasión se vuelve adicción, el fútbol ciertamente ayuda a olvidarnos de los problemas cotidianos y es una enorme satisfacción el hecho de saber que va ganando o que está ganando títulos, el problema es cuando se quiere llevar este "sentimiento" a la vida diaria, a demostrar ser el mejor siempre, que entre más grite se hará notar y que la defensa de su equipo a costa de su integridad será recompensada, nuevamente surge la pregunta ¿Defender qué? ¿Defender el estadio? Eso lo hace la directiva y la iniciativa privada ¿Defender los colores? Eso lo hacen los jugadores ¿Defender los simbolismos? Eso lo hace la historia; el aficionado debe entender que está ahí para alentar, ser parte de la crítica, hacer de este deporte un fenómeno mediático más grande (en el buen sentido) y hasta ahí, no hay necesidad de ir más allá de la pasión o el odio deportivo.

El aficionado también debe comprender que es parte del sustento de un club, sobretodo en una época donde el fútbol se ha convertido en todo un negocio y en el caso de los simples mortales que alientan los ingresos no se deben solamente por la venta de playeras o artículos con el logotipo, sino en ventas de boletos, transmisiones de televisión y hasta su popularidad en redes sociales ¿Un acto violento beneficia la imagen de su tan amado equipo? Por supuesto que no, hemos visto como estadios poco a poco no cumplen con su llenado o su tan característico ambiente porque muchos voluntariamente deciden no ir, se pierden poco a poco el interés de los patrocinios debido a la mala fama del equipo y los ingresos tan ansiados de los directivos bajan considerablemente.

Y hablando de los hombres de pantalón largo ¿Qué han hecho al respecto? Refiriéndonos por supuesto a los múltiples atentados de violencia en el fútbol mexicano, los pretextos han sido los mismos, que se van a credencializar a los miembros de las Barras Bravas, que va a haber cámaras en los estadios, que habrá amenaza de veto, que una multa económica, que se dejará de vender alcohol dentro del estadio, que ya no habrá grupos visitantes, todos estos discursos los hemos visto cada año y lejos de erradicar la violencia dentro y fuera de los estadios se repite desde finales de los 90 ¿Por qué los altos mandos del fútbol mexicano insisten en mantener estos grupos de animación? Muchos pensarán que se tratan de abonados y que tienen su derecho de asistir al estadio, bastante dudoso cuando sabemos que estos individuos tienen en su poder el boletaje no solo de la zona, sino de todo el complejo, los obtienen a precios muchísimo más bajos y esto es gracias a la corrupción de algunos directivos que les dan el pase a los partidos con tal de alentar, poner ambiente, alabar y defender a los propietarios e incluso intimidar a los rivales, es decir, los supuestos grupos de animación poco a poco se han estado conectando directamente con las personas que mandan en el fútbol y la afición teme que esto se convierta en una mafia como en Argentina donde las barras bravas influyen incluso en las decisiones de la mesa directiva desde el horario del partido hasta elección de jugadores y entrenadores, además de sus ya ejemplares delitos menores como el robo o el vandalismo hasta los mayores como venta de droga y asesinato.

Es cierto que la violencia que vive el país también puede ser factor para que este traspase el fútbol como ha sucedido en Argentina, Chile, Honduras, El Salvador, Brasil, España, Inglaterra, Europa del Este y África; la cultura del temor a la inseguridad se ha apoderado de algunos escenarios también y es por eso que prefieren estar en casa, pero ese miedo se combate acudiendo al estadio, respetando al rival, saber que se están jugando únicamente tres puntos o un pase de ronda, no la vida.

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