¿Es válido cambiar de equipo?


Hay una frase del gran escritor Eduardo Galeano que dice "En su vida, un hombre puede cambiar de mujer, de partido político o de religión, pero no puede cambiar de equipo de fútbol"; esa frase ha estado impregnada en cada fanático defensor y conocedor de este deporte; pensamos que debemos de quedarnos con algún equipo incluso después de la muerte, se defienden los colores, la identidad, la idiosincrasia, los jugadores y hasta a los directivos y patrocinadores; pero como en toda regla siempre existen excepciones, uno de ellos el famoso sector de los 'villamelones', aquellos que cambian de camiseta como cambiar de ropa interior, esos que por moda o momentos de gloria apoyan a un club, no hay identificación, no hay pasión, solo el afán de sentirse mejores que otros que sí apoyan a su equipo en las buenas y en las malas.

Pero ¿Qué pasa cuando uno cambia de equipo sin ser un 'villamelón'? ¿Es acaso posible? Uno puede pensar que la única forma de cambiar de equipo sería si este desapareciera para siempre por diversas circunstancias: la falta de inversión, cambio de franquicia, ruina o constantes descensos de categoría; pero en pleno siglo XXI la desaparición de un equipo es prácticamente imposible, sobretodo si este lleva varios años de existencia y una historia añeja; además de que no podemos garantizar un posible regreso.

El club al que decides apoyar se escoge por varias circunstancias, la ciudad donde vivimos, la cercanía del equipo con nuestro lugar de origen, el buen momento que está viviendo, la popularidad o uno que es bastante común, porque es el equipo de la familia o de los amigos más cercanos, es bastante común que los núcleos sociales con los que más convivimos o el entorno mismo nos haga optar por los colores que apoyar, pero ¿Dónde está el poder de decisión individual?

Muchas veces son la familia los que escogen por el hijo, influenciado por la educación de sus padres, el aspecto futbolero también va acompañado, y aunque hay algunos que escogen seguir siendo parte de dicha herencia, hay otros que difícilmente pueden seguir los pasos de su familia, razones hay demasiada, pero al final de cuentas, el individuo está escogiendo su identidad, pero como si se tratara de una tesis futbolera del mismo Dr. Freud, esta muchas veces es reprimida, por diversas circunstancias: es el equipo rival, no comparten sus ideales, antecedentes de partidos clave, la familia no lo aceptaría o simplemente no es el equipo de la ciudad/estado/provincia/escuela/barrio.

El hacer que otra persona escoja al equipo local, de la familia o de los distintos círculos sociales es algo que hacemos los fanáticos del fútbol de manera no intencional, estamos bajo la idea de que todos pensamos igual, que las diferencias solo se ven cuando son colores diferentes, crecemos bajo un ambiente similar al que vive nuestro club que se nos es inevitable contagiarlo a los más cercanos, sobretodo a temprana edad ¿Qué pasa cuando el pensamiento deja de volverse involuntario y se vuelve en razonamiento?

Los grandes y/o buenos fanáticos del fútbol en algún momento soñamos con hacer algo por nuestro club, jugamos a ser alguno de nuestros ídolos, quisimos ser las estrellas del mismo, ganar alguna copa o anotar ese gol agónico de último minuto, instintivamente lo hacemos con el equipo con el que nos vemos más identificados, existe una situación involuntaria hacia este, como si nuestro inconsciente también estuviera jugando fútbol y a su vez nos coloca cual fichaje en los sueños y pensamientos de este, y aunque la vida da muchas vueltas seguimos pensando que ese debía ser el equipo al que debimos haber fichado o jugado alguna vez.

La identificación con un equipo es igual a un romance o incluso al erotismo, existe la felicidad, el descontento, la tristeza, el reclamo, el aburrimiento, el orgullo, la risa y hasta el orgasmo; un estudio hecho por la empresa española BitBrain comprobó en el último clásico Real Madrid vs. Barcelona que una persona puede tener hasta 6.5 millones de reacciones durante un solo juego comprobando que el sufrimiento de un partido es una de las sensaciones más intensas, sobretodo en partidos decisivos como lo fue este; y es que el fútbol es capaz de movilizar nuestro cerebro tanto dentro como fuera de la cancha, no es solo identificación, es incluso ya un instinto.

No apoyo a los 'villamelones', ni a los que siguen a los equipos de moda, pero también pienso que debe de haber la opción real de decidir tu equipo sin ser juzgado, si escogiste los colores es porque te sientan bien en tu vestimenta, si sigues la ideología es que forma parte de tu personalidad e intelecto, si sientes como la piel se te enchina o que tu corazón empieza a palpitar cada vez que escuchas el himno, los cánticos, las porras o los goles es que tus sentimientos no están equivocados, si soñaste alguna noche con jugar el partido de tu vida con el uniforme de tu club es que no sientes vergüenza ante la sociedad, si eres capaz de resistir las goleadas, las derrotas y las finales perdidas es que puedes estar en todo momento con él y si para ti llevar el jersey/gorra/accesorios del equipo es necesario cuando juega, cuando sientes el orgullo o el día del partido es que ya formó parte de tu vida.

Entonces ¿Galeano está equivocado? Para nada, tiene toda la razón, sin embargo nosotros vimos el lado superficial del escritor uruguayo, no es que hayamos cambiado la playera por otra, simplemente no reconocemos la identidad que nos pertenece, en pocas palabras, inconscientemente no cambiamos de equipo de fútbol.

Comentarios

  1. Creo que si siempre que se haga con convencimiento y con razones de porque.lo hace

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